martes, 12 de abril de 2011

Capítulo 1





- Bomboncito de Miel – dijo totalmente convencida de ello.
- Bomboncito de Miel… ¿qué sugieres para esta noche? – preguntó con mirada lasciva. Estaba bastante claro lo que rondaba por su cabeza. Pero esa noche no, no iba a ser ella la que le diera el placer de tenerla en sus brazos.
- Propongo una cena en el mejor restaurante de la ciudad. Y… depende de lo que me apetezca después… - dijo rizándose uno de sus mechones de pelo. – Ya veremos.
- ¿Qué pasa bomboncito? ¿Ya no quieres nada conmigo? – su rostro cambió totalmente.
- No… simplemente quiero desconectar. Soy libre, por si no lo recuerdas. Bomboncito de miel nunca está atada a nadie.
- Vaya, pero has de reconocer, que lo hemos pasado muy bien esta noche ¿no?

Ahí el primer error que había cometido. Haberse quedado después de haberse acostado con él. Ya le habían roto el corazón en contadas ocasiones, y por eso se convirtió en “Bomboncito de Miel”. Alessia Anderson ya no sería nunca más Alessia Anderson. Tenía bien claro lo que quería. Bomboncito de miel sería la chica que ella jamás había sido. Un cambio radical en su vida. Su mejor amiga Conny la apoyaba en su pequeño proyecto.

Lo único que pudo hacer sin más fue despedirse de Alan hasta la noche, antes de que pusiera el grito en el cielo.

Alessia fue hasta su apartamento, en la otra punta de la ciudad. Quizá por ese detalle se había quedado la noche anterior en casa de Alan. Era bastante perezosa. Alessia trabajaba en una revista. Su sección siempre había sido la de cosméticos. Aunque a ella en realidad le encantaría poder escribir sobre lo que quisiera. Su jefa, Emilie, no era precisamente la mejor de las jefas. Le ponía pegas a todas y cada una de las palabras que redactaba, pero al final siempre acababa publicándole su artículo tal cual estaba al principio. Simplemente pensaba que a Emilie lo que le hacía falta era un buen hombre. Sí, definitivamente, ella también debería transformarse en otro “bomboncito de miel”. Desde lo que había experimentado como tal, Alessia estaba bastante contenta. Puesto que no le permitía a su corazón encapricharse con ningún hombre con el que estaba. Conny, al contrario que Alessia, estaba saliendo con un hombre desde hacía casi un año. Se llamaba Mark y parecía bastante tonto. A veces creía que Conny seguía con él simplemente para quitarse de encima a los borrachos que se le tiraban a la yugular cuando salían de fiesta las dos. Aunque no por ello se aguardaba de acostarse con alguno que otro. Como podéis ver, aparte de lo tonto que puede llegar a ser Mark, Conny siempre había sido y será otro “bomboncito de miel”.

En lo que a ella respectaba, acababa de salir de una relación de casi 5 meses. Jack trabajaba en otra revista y se conocieron por casualidad, cuando ella fue a hacer pruebas de maquillaje. El chico entrevistaba a la maquilladora profesional, mientras ella, simplemente observaba cómo aplicaba las bases, las tonalidades y apuntaba todo lo que podía en su bloc de notas. Días más tarde, Jack, la llamó a su casa. Al parecer había contactado con su empresa, y las secretarias, a pesar de tenerlo terminantemente prohibido, les habían dado su número de teléfono. Al principio pensó en decírselo al jefe y que las despidiera. Pero les tenía demasiado aprecio a las dos, como para hacer eso. Pasó los 5 mejores meses de toda su vida, pegada a Jack, hasta que éste decidió, que Alessia era una estrecha, y que prefería irse de putas, que acostarse con ella. Después de aquella noche, Alessia se enteró que Jack tenía trastornos mentales y le daban ataques de histeria.

“Pues en 5 meses los había disimulado muy bien”. Pensó ella. Después llamó a Conny y entre las dos decidieron que tenía que dar un cambio radical en su vida.

Cuando llegó a su apartamento, lo primero que hizo fue descolgar el teléfono. No quería llamadas ni de la empresa, ni de su familia. Se metió en la ducha y se repitió a si misma varias veces, que sería la última noche que quedaba con Alan. El tipo en sí no estaba nada mal, pero que nada más despertarse le suplicara quedar esa misma noche, le hacía cambiar un poco de idea. Todavía tenía todo el día por delante, y un artículo que escribir para entregar al día siguiente. Llamó a Conny al móvil, y quedaron para comer en casa de Alessia, y después ella se puso manos a la obra con su artículo del mes.

Un par de horas tardó en terminar el artículo sobre las sombras de ojos bien y mal aplicadas. Incluía sendas fotos, e inmediatamente, le mandó una copia a Emilie.

Después se puso manos a la obra, antes de que llegara Conny a comer. Decidió hacer pollo que tenía en el frigorífico, con unas patatas asadas. Aunque no era su especialidad, pero tenía que probar de todo. Encendió la televisión y dejó el canal que estaba puesto.

Al rato llegó Conny, bastante contenta y con una botella de vino en los brazos.

- Vaya, ¿hay celebración de algo en particular? – dijo Alessia.
- Bueno… sí. Mark me ha dejado.
- ¿Y eso es motivo de celebración? – preguntó ella sorprendida.
- Claro, vuelvo a ser otro “bomboncito de miel” más. – dijo con una sonrisa falsa.
- A mí tú no me engañas. Sé que estás mal aunque intentes ocultármelo. ¿Estoy en lo cierto?
- Sí, cabrona. Cómo me conoces.
- Sí, como si te hubiese parido. A ver, cuéntame.
- Pero primero abrimos la botella de vino, ¿vale?

Inmediatamente abrió la botella, sacó dos vasos del mueble y los llenó. Se lo bebió como si de un chupito se tratase y volvió a rellenar el vaso. Sí, se la veía bastante mal.

- Me acosté con un amigo suyo.
- ¿A quién se le ocurre?
- Me tendió una emboscada. – dijo derramando unas lágrimas. - Conocí a su amigo en el parking de mi casa. Se acercó sin más y pues, ya sabes como soy yo. Cuando fui esa noche a su casa, diciéndole a Mark que iba a ir contigo a cenar. Llegué a casa del amigo y ahí estaba. – Conny se lanzó a los brazos de Alessia. Aunque ella sabía que le estaba muy bien merecido lo que le había pasado. Pero no se lo diría ahora. Mejor cuando estuviera más calmada.

- Esta noche te quedas a dormir aquí, ¿vale?
- ¿Me vas a traer chocolate? – preguntó sin levantar la cabeza del hombro de Alessia.
- Claro, pero tengo que hacer primero una llamada.

Acababa de encontrar la excusa perfecta para librarse de Alan esa noche. Sonrió a Conny y la dejó en la cocina mientras rebuscaba su móvil en el bolso.

- ¿Dónde estabas anoche? Tenías el móvil apagado.
- Ah, ya. Con Alan.
- ¿Alan? ¿Has decidido salir con un chico?
- ¡Qué va! Pero es que vive muy lejos, y estaba cansada.
- ¡¿Te quedaste a dormir en su casa?!
- Sí, lo sé. E iba a salir con él esta noche también. Pero ahora tengo excusa. – dijo riéndose.

Conny sacó el pollo y las patatas del horno mientras Alessia le dejaba las cosas claras a Alan.

lunes, 11 de abril de 2011

Capítulo 2



- ¿Qué te ha dicho? – preguntó Conny.
- Nada. Pero sí que ha intentado quedar conmigo mañana, y al otro y al siguiente. Le he dicho que tenía que trabajar.
- Ajá. Vamos a comer.

Como siempre que a Conny le sucedía algo con los chicos, se hinchaba a comer. La comida era su debilidad.
La casa de Alessia no era demasiado grande, pero sí que tenía una gran cocina. Lo que más le gustaba de la casa era la cocina y su habitación. Conny parecía mucho más relajada. Y se habían plantado en sus dos mejillas dos coloretes de color rosado que antes no estaban. Se había bebido prácticamente la botella de vino ella sola.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Me vas a llevar a algún sitio? – dijo Conny, notándose su voz un poco ebria.
- No, te toca descansar. Después, cuando te recuperes, te llevo al centro comercial.
- ¡Sí! – dijo levantándose de la silla a todo correr.
- Madre mía. Ve a la cama. – la cogió del brazo y la llevó a la cama. Se durmió al instante.

Mientras, Alessia tuvo tiempo de recoger toda la cocina, y limpiar un poco el salón. Al rato el teléfono de Alessia empezó a sonar. Se tiró al sofá y contestó.

- ¿Sí?
- Alessia soy Emilie.
- Ah, dime.
- Acabo de leer tu artículo, el que me has mandado esta mañana. Las fotos que has escogido tienen muy mala calidad. ¿Podrás buscarme otras?
- Sí, claro.
- Ah, y otra cosa, quiero verte mañana por la tarde. Pásate por la empresa. Vas a conocer a alguien.
- ¿A alguien?
- Sí, alguien que trabajará para ti. Es el nuevo chico de prácticas de empresa. No sé por qué pero te ha escogido a ti.
- ¿A mí? ¿Un chico? ¿Qué clase de chico quiere escribir sobre cosmética?
- No lo sé. Mañana nos vemos.

Y colgó. Alessia se quedó mirando el teléfono una vez más. Un chico la había escogido a ella para hacer sus prácticas de empresa. Para que ella le guiara. Se quitó la idea por un momento de la cabeza y encendió su ordenador portátil para buscar unas fotos de mejor calidad que las anteriores.

Eran las 7 de la tarde y Conny todavía no se había despertado. Alessia había pasado la tarde viendo un documental en el National Geographic, y decidió que ya era hora de despertarla.

- ¡A despertarse! – gritó desde el pasillo.
- ¡Déjame! – contestó Conny dándole un manotazo en la cara.
- ¡Joder, que tenemos que irnos de compras!

Y como si de las palabras mágicas se tratase, se levantó de golpe de la cama.

- Es verdad. Vamos, vamos. – Alessia soltó una carcajada - ¿De qué te ries?
- De que mira qué pelo se te ha quedado.
- ¡Qué graciosa!
- Péinate un poco, que esta noche vamos a buscar un hombre para ti.
- No, yo no quiero ningún hombre. ¿Sabes? Mark, aunque pareciera tonto, pero le quería.
- Ya, del mismo modo en que quieres a todos los demás.
- No, es distinto. Mark me quería por cómo soy. Venía a casa y me traía flores, o algún detalle.
- Pero no era un dios en la cama ¿no?
- Exacto. En la cama era muy aburrido. Siempre lo mismo. Además lo hacía como por obligación.
- Y… ¿no habías pensado en dejarle? Porque ahora no serías tú la que se sentiría mal.
- No, yo no me arrepiento de haberle puesto los cuernos.
- ¿Entonces? – aquello no tenía ni pies ni cabeza.
- De lo que me arrepiento es de que me haya pillado.
- Pero Conny, tú no eres así. ¿Qué tenía Mark que no tuvieran los demás?
- El simple hecho de que estaba conmigo y con nadie más supongo. – Conny hablaba cabizbaja. Sabía que no llevaba razón en lo que había hecho, y sin embargo, intentaba justificarse de alguna manera.
- Mira, cariño. Es cierto que no tienes que dar explicaciones si no quieres, pero lo que creo mejor para ti, es que sigas con tu vida como hasta antes de conocer a Mark. Nosotras no estamos destinadas a tener un hombre para toda la vida. Lo sé por experiencia. Así que, no le des más vueltas al tema y vámonos. – se sintió orgullosa después de soltar el pequeño discurso. Conny la miró y sonrió. Ya no era una sonrisa triste, era su sonrisa. Estaba feliz.

domingo, 10 de abril de 2011

Capítulo 3


Las dos chicas se recorrieron el centro comercial de Birmingham y arrasaron con todo lo que pudieron.  Conny era propietaria de varias tiendas de animales domésticos en la zona donde vivía Alessia. El negocio le fue tan bien, que intentó abrir más tiendas fuera de la ciudad, que aún estaban progresando. Le encantaban los animales, pero ella argumentaba que no podía tenerlos en casa porque ya tenía demasiadas cosas en las que pensar. Además creía que la gente que compraba animales de compañía era porque, tal y como dice el nombre, necesitan compañía. Ella no la necesitaba por el momento.

Se compraron varios vestidos de fondo de armario, unas cuantas camisetas y pantalones de diario y algunos zapatos. Alessia se había propuesto ir todas las mañanas a correr. Dar una vuelta por el barrio temprano antes de ponerse a trabajar le despejaba la mente de cualquier pensamiento. Compró un par de zapatillas y algo más de ropa de deporte, ya que su sudadera gris del equipo de fútbol de Birmingham, aparte de tener sus años, estaba muy desgastada.

Después de la tarde de compras fueron a tomarse un helado. Conny había cambiado por completo. Se la veía feliz y lista para seguir adelante. Aunque antes de irse de la tienda pidió un cubo de helado de chocolate para llevar.

-          ¿Qué te parece si te vienes mañana por la mañana a correr conmigo? – sugirió Alessia, intentando que su amiga se olvidara por completo de todo el asunto de Mark.
-          ¿Correr? ¿Tú me has visto gorda como para ir a correr? – dijo Conny mirándose el cuerpo. Alessia soltó una carcajada.
-          No, no te veo gorda. Pero el deporte está bien.
-          Nada, déjalo. Mejor otro tipo de deporte… - dijo maliciosamente.
-          Estás enferma…
-          Mira quien lo dice… - Conny abrió el cubo de helado de chocolate y manchó la nariz de Alessia con un poco. Ésta salió corriendo intentando que no le manchara la ropa.
-          ¡Guarda eso! Claro que te vas a poner gorda como te comas todo eso tu sola.
-          Vale. Iré a correr contigo.


Se despidieron y cada una se fue a su respectiva casa a arreglarse. Habían quedado en tomar algo después de cenar, pero no hasta muy tarde, ya que ambas tenían que trabajar. Alessia se puso un vestido negro con un escote bastante llamativo, se soltó el pelo y se lo recogió en una coleta y lo dejó caer en el hombro derecho. Mientras que Conny se puso su falda favorita y su camiseta de lentejuelas de la suerte. Ambas con tacones altos, y dispuestas a comerse el mundo se fueron a un pub en el centro. Encontraron una mesa libre con un par de taburetes y se sentaron. Pidieron un par de cervezas y hablaron de todo y de nada. Incluso de su infancia juntas, de lo mal que lo pasó Conny cuando sus padres murieron en un accidente de tráfico.

Al rato llegó la camarera con un par de cervezas más.

-          Son de aquellos dos caballeros de allí.
-          Oh, qué considerados. Dígale que gracias. – dijo Alessia.

Ambas echaron un vistazo a los dos hombres y bebieron a su salud.

-          El del polo no está nada mal. – dijo Conny.
-          Pero Conny, si son mucho más jóvenes.
-          Tampoco tanto, quizá unos 5 años o así.
-          Cuidado no mires tanto que se te cae la baba y se nota.
-          ¡Anda ya! Más quisiera que babeara por él.

La noche pasó entretenida para las dos, aunque desafortunada para los dos chicos.

Alessia llegó a casa, se quitó los zapatos y encendió la televisión. El contestador automático indicaba varios mensajes de voz. Le dio al play y escuchó atentamente los mensajes que le había dejado su madre. Su madre siempre tan preocupada por ella. “Este domingo me tocará ir a cenar” pensó. Desde que su padre murió de cáncer la pobre mujer se sentía sola. Y ella lo entendía, pero no tenía que pasarse el día entero intentando localizarla. Tenía que rehacer su vida. Buscarse un hobby.

Miró encima de la mesilla del salón y encontró varios periódicos. Les echó una ojeada. A su madre le encantaba la jardinería. Podría sugerirle la idea de abrir una floristería. En el barrio donde vivía ella de pequeña no recordaba que hubiera alguna. También se le ocurrió la idea de comprarle un perro o un gato, pero inmediatamente se olvidó de ello. Su madre nunca había querido tener animales en casa, no iba a ser ese el mejor momento.
Pasada una hora se había quedado dormida en el sofá con la revista en una mano y el mando de la televisión en la otra. No eran apenas las 11 de la noche, pero estaba demasiado cansada.




****




Alessia se despertó de muy buen humor y se vistió perfecta para conocer a ese hombre que había pedido trabajar con ella.

Cuando llegó al edificio la única muchacha que la saludó fue la de recepción.

-          Alessia, Emilie te espera en su despacho.
-          Lo sé, gracias. – dijo con una sonrisa indiferente y cogió el ascensor hasta la última planta del edificio.

En el camino al despacho de Emilie se cruzó con varios hombres que jamás había visto en la oficina, pero que tampoco le importaría volver a encontrárselos. Tocó un par de veces a la puerta y entró. Emilie no estaba sola. Un hombre bastante guapo la acompañaba.

-          Buenos días, Alessia.
-          Igualmente.
-          Quería presentarte a Dan. Alessia, éste chico empieza a partir de hoy a trabajar contigo. Sé que te encanta trabajar en casa, pero esto supone que tenga que cederte un despacho personal en el que tendrás que trabajar.
-          ¿Y qué hay de mi petición de poder escribir sobre lo que yo quiera?
-          Para más adelante. Ahora tendrás a Dan a tu disposición, pero para escribir tu columna.

Siempre lo mismo. Siempre le daba largas sobre lo que ella quería hacer realmente. Paseó su mirada entre Dan y ella. Era demasiado guapo. Y para ser un chico de prácticas, no tan joven.

-          Está bien.
-          Te enseñaré cuál es tu despacho. El de Dan está justo al lado y podréis trabajar juntos sin problemas.

No le convencía demasiado la idea de que aquel chico tan guapo estuviera trabajando codo con codo con ella. Además, le resultaba familiar su rostro. Pero no le dio importancia. Pasó al que iba a ser su despacho de ahora en adelante y después se sentó en su silla. Ni siquiera tenía pensado lo próximo que iba a escribir y ya estaba obligada a ir todos los días a las 9 de la mañana a la oficina. Pero le gustaba demasiado su trabajo. No estaba dispuesta a que un hombre, por muy guapo que fuera, se lo arruinara.

Emilie se asomó a la puerta y le dijo que quería comer con ellos dos a mediodía y se marchó. Dan apareció por la puerta y sonrió.

-          Hola. Ha sido una presentación bastante corta.
-          Sí, bueno, Emilie sólo tiene tiempo para ella. Odia estar haciendo este tipo de cosas. Vete acostumbrando.
-          ¿Puedo sentarme? – dijo señalando la silla de su despacho.
-          Claro. Ya que vamos a trabajar juntos…  - Dan cogió la silla y se sentó. Tenía el aspecto de un tipo bastante mimado. Vestía un traje de color azul marino, una camisa blanca y una corbata roja. Le miró desinteresadamente mientras él le preguntaba cosas de la oficina.
-          Bueno, te elegí a ti por varias razones. – continuó.
-          No hace falta que me las digas si no quieres, si es algo personal… - titubeó un poco antes de continuar – lo respeto.
-          ¡No! Si no es para nada personal. Es solo que mi madre te admira mucho. Lee tu columna en todos vuestros números. Me dijo que estaría muy orgulloso conmigo si trabajaba para ti.
-          Oh vaya, pues sí que es personal – Alessia no sabía dónde meterse. La primera opción que había pensado sobre aquél chico, es que fuera gay, pero no había pensado que su madre estuviera orgulloso de que trabajara para ella. – Bueno… todavía no he pensado sobre qué voy a escribir el próximo artículo. ¿Tú habías pensado algo?
-          ¿Puedo?
-          Siempre que tengas en cuenta que es sobre cosméticos, sí.
-          Tenía algo pensado. Pero lo tengo en casa, mañana me lo traigo o si prefieres te lo mando por e-mail esta tarde.
Parecía dispuesto a empezar cuanto antes. Pero ese día no. Tenía que asimilar unos cuantos conceptos. Sobre todo el por qué le era tan familiar su cara.
-          Sí. Mándamelos esta tarde, pero vamos a comer con Emilie en una hora, así que, mejor que vayamos reservando un restaurante.
-          Yo me encargo. Sé de uno bastante bueno y con clase.
-          Adelante – dijo encogiéndose de hombros.

Después que Dan dejara su despacho, marcó el número del despacho de Emilie.

-          ¿En serio? ¿Por qué yo?
-          Alessia, eres la adecuada. No me vayas a negar que no necesitas un ayudante.
-          ¿Y desde cuándo te he pedido yo un ayudante?
-          Podrías dar las gracias. Que además el tipo no está nada mal. Rubio, de ojos azules…
-          Ya. No necesito que me busques ningún novio, Emilie.
-          No te lo he buscado, pero si surge…
-          ¡No va a surgir!  - dijo al borde del colapso, pero se dio cuenta de que Dan estaba en la puerta esperando que ella terminara de hablar. – Perdona, ahora te llamo.  

sábado, 9 de abril de 2011

Capítulo 4

Se acababa de fijar en lo bien que le sentaba el traje a Dan y se había quedado boquiabierta. Quizá no esté mal, como próxima víctima de “Bomboncito de Miel”, pensó.

- Alessia, tenemos mesa a la 1 y media. – dijo Dan interrumpiendo todo tipo de pensamiento en la cabeza de Alessia.
- Oh, sí claro.

Intentando salir de su ensimismamiento, cogió su bolso y cerró su despacho. ¿Qué pretendía Emilie? Ella nunca hacía nada por los demás, por lo menos no desinteresadamente. Estaba casi segura de que Dan escondía algo, y estaba dispuesta a averiguarlo.


****

Unas horas más tarde…

- ¿Qué?
- Como te lo estoy contando. – Conny acababa de enterarse del “chico misterioso” que ahora trabajaba para ella.
- Pero, ¿cómo de guapo es?
- Muy guapo. Es un encanto de hombre. ¿No te parece extraño? – Conny y ella daban vueltas por su salón. Alessia había ido a su casa para cenar.
- Bueno… teniendo en cuenta que desde que trabajas para Emilie no ha hecho nada a tu favor… sí, es extraño. Pero… ¿en serio que no es gay?
- No me ha dado esa impresión, me he fijado cómo me miraba las tetas.
- Pues te ayudaré a indagar sobre este hombre misterioso. – dijo Conny finalmente.
- Gracias, Conny. Me tengo que ir a casa, que mañana tengo que verle la cara a las 9. – dijo mientras cogía su abrigo y se ponía una manga. – Te llamaré.
- Vale, hasta luego.

Abrió la puerta y Alessia se marchó. Tenía que llegar a casa y revisar las propuestas de Dan para el próximo artículo. Emilie les había dicho en la comida que quería un bombazo, algo totalmente innovador. Pero no sabía cómo en 10 días iban a encontrar algo de tal calibre. Si la dejara escribir sobre lo que quisiera sería mucho más sencillo. Suspiró mientras llegaba a casa. Se puso cómoda y miró, como siempre, su contestador automático. De nuevo su madre había intentado contactar con ella. Esta vez decidió devolver la llamada.

- Hola, mamá.
- ¡Alessia! ¿Dónde te metes últimamente?
- Mamá, ya sabes que tengo mucho trabajo.
- En esa revista te están explotando, hija. Deberías trabajar para otra en la que sepan apreciar tu talento.
- Gracias por el consejo, pero… estoy a gusto donde estoy.
- Voy a preparar tu plato favorito para el sábado, ¿te vienes a cenar?
- Claro. Además, tengo unas serias propuestas para ti. Tienes que hacer algo con tu tiempo libre.
- Pero si ya lo hago. Me he apuntado a clases de yoga. Son verdaderamente relajantes.
- Vale, pero mejor lo discutimos el sábado. A las 8 te veo.
- Te quiero, Alessia.
- Y yo, mamá.

Ahora que estaba la cosa más calmada, encendió su portátil y revisó el correo. Tenía 3. Dan, y publicidad. Barajó las opciones que le planteaba Dan en su correo hasta que ya no pudo más y se fue a dormir. Lo cierto era que no estaban realmente mal las opciones de Dan, pero a Emilie no le gustarían, de eso estaba segura.

Al día siguiente al llegar a la oficina, la saludó solamente la chica de recepción, como acostumbraba a hacer. No tenía ningún contacto con las personas que allí trabajaban, pero por su posición en la revista, parecía que los demás sí que la conocían a ella. Dejó su bolso en su despacho y se dirigió a la máquina del café, mientras llegaba Dan. Pero parecía que se le había adelantado.

- Buenos días, Alessia.

Allí estaba él. Igual de guapo que el día anterior, sujetando un pequeño vaso de café. Se quedó anonadada unos segundos, hasta que consiguió volver en sí.

- Vaya, qué madrugador. No son ni las 9 menos 10.
- Ya. He dado unas vueltas corriendo a la manzana antes de venirme a trabajar.
- Ah, encima eres deportista. – Alessia se fijó que se había quitado la chaqueta del traje y la camisa dejaba entrever que estaba bastante en forma. Se sintió avergonzada cuando le pilló mirando su cuerpo.
- Sí, pero veo que tú tampoco estás nada mal. – y se divirtió deslizando su mirada por el cuerpo de Alessia, sin ningún tipo de reparo. Alessia sacó su café de la máquina y desapareció en su despacho.
Lo que acababa de pasar en la máquina de café, ¿era un intercambio de miradas? O eso creía ella. El primer día de trabajo en la oficina, y no sabía por qué se le iba a hacer eterno.

Media hora después, Dan llamó a su despacho para comentarle las propuestas que le mandó por correo.

- A mí me gustaron, las dos, pero debes saber que Emilie es muy tiquismiquis. Pone pegas por todos y cada uno de los detalles.
- No te preocupes por Emilie, yo me puedo encargar de ella.
Alessia se quedó perpleja. Levantó las cejas, pero continuó.
- Está bien. – suspiró – creo que me gustó más el artículo sobre los mejores productos de cada marca. ¿Lo has encontrado todo tú solo?
- Sí. ¿Tanto te extraña? – preguntó mirándola a los ojos. Alessia se ruborizó. Tanto por la pregunta como por esos ojos azules cautivadores. No pudo sostenerle la mirada.
- No… bueno… no, en realidad no.
- Venga… puedes decirlo.
- ¿Decir el qué?
- Lo que piensas…
- Nada, dejémoslo. Vamos a ponernos a retocarlo un poco y se lo mandamos a Emilie. Así verás su reacción.

Pasadas un par de horas lo tenían listo para entregárselo a Emilie. Dan le pidió que lo dejara a él entregárselo en mano. Mientras Alessia esperaba pacientemente las críticas de Emilie, decidió llamar a Conny.

- Hola, Conny.
- ¿Qué? ¿Me traes novedades?
- Bueno… lo cierto es… que nos hemos comido con la mirada mutuamente.
- ¿Tensión sexual? No, por favor. ¡No puedes!
- Lo sé. Tampoco soy capaz de mirarle a los ojos.
- Evita cualquier contacto con él hasta que averigüemos quién es.
- ¿Y si es una persona normal y corriente?
- No lo parece.
- ¿Y si te lo presento?
- Eso implicaría quedar con él. – suspiró Conny desde el otro lado del teléfono.
- Ya, pero no sé, quizá sepamos más de él si lo conocemos que si investigamos sobre él.
- Vale, bueno, te dejo que tengo una reunión en cosa de media hora. Un beso.

Lo cierto era que no, que ella no quería quedar con él. Se conocía bastante bien, y el chico era demasiado atractivo. Dan volvió con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Y esa felicidad? – preguntó Alessia. No podía ser que le hubiese dado el visto bueno a su trabajo sin poner ni una sola pega.
- Dice que es perfecto. – y siguió sonriendo.
- Increíble… - Alessia miró un punto fijo en el infinito y se quedó pensando. No podía ser verdad.

Quizá lo que quería Emilie era cambiarlo por ella. Un chico guapo, atractivo, que hace mejores trabajos que ella. Y por no mencionar el hecho de que Emilie nunca hacía nada por puro despecho. Todo encajaba.

- ¿Qué tendría que haber dicho? – preguntó Dan preocupado.
- Pues… tendría que haberte puesto mil pegas, como siempre hace conmigo. No sé con los demás redactores, pero por lo menos conmigo siempre es así.
- Si te sirve de consuelo ha citado textualmente “hay cosas que se pueden mejorar, pero es perfecto”.
- Claro, eso me consuela mucho. – dijo sarcásticamente.
- No seas negativa, ahora tenemos diez días libres. Venga, coge el abrigo que te invito a comer. – dijo al mismo tiempo que cogía su abrigo del perchero que había detrás de la puerta.
- ¿Invitarme a comer? – Alessia estaba perpleja. Estaba intentando coger confianza con ella, a pesar de que ella no estuviera muy por la labor. Después de pensárselo unos segundos cedió. No perdía nada por una comida a solas con aquel hombre. Y había dejado de sentirse incómoda cuando la miraba. – Bueno, vamos.

Cogió su bolso y sin decir media palabra salió por la puerta detrás de Dan.

- Conozco un sitio… - comenzó Dan.
- Ah, no. Hoy me toca a mí – dijo Alessia muy convencida. – Sígueme.

Lo guió hasta el aparcamiento donde se encontraba su coche. Él siguió sin rechistar y se subió al asiento del copiloto una vez Alessia apretó el botón del mando.

viernes, 8 de abril de 2011

Capítulo 5

- Casi no me lo creo. 10 días sin hacer nada de nada… - dijo Alessia de repente.
- Ya, bueno, es que tengo muy buen carisma. Sé calar a la gente.
- Vaya, vaya, ¿y por qué no te presentas para presidente del país, ya que estás? – ironizó Alessia.
- Porque prefiero la carrera periodística. Me gusta más, ya sabes, eso de escribir artículos.
- Todavía no me has dicho por qué te gusta escribir sobre cosméticos. Es una cosa, que, si me lo permites, es algo extraña.

Dan se echó a reír. - ¿Extraña por qué? Esto es un país totalmente libre, cada cual es libre de hacer lo que quiera, ¿es o no?

- Sí, claro, no pretendía ofender – se sintió avergonzada.
- No, no te preocupes. No me has ofendido. Es más el mero hecho de que las personas juzguen a los demás por sus gustos. Yo no lo veo así. Por ejemplo, no por llevar camisa de color morado tengo que ser homosexual, simplemente me queda bien el color y lo llevo.
- Eh, te estás yendo por las ramas. ¿Quién ha dicho nada de tus camisas moradas?
- Era por si lo pensabas. – Alessia soltó una carcajada.
- Para nada, si yo lo que me preguntaba es por qué te gustan los cosméticos. No el porqué de tus camisas moradas.
- Bueno, simplemente me gusta. No vayas a hacerte malas ideas de mí, ni tampoco vayas a relacionarlo con la homosexualidad, que suele ser frecuente. Simplemente me fascina el hecho de lo guapas que os ponéis con tan solo unos cuantos retoques. Un par de productos y voilà, estáis divinas. – Alessia conducía tranquilamente mientras escuchaba atentamente las palabras de Dan. ¿Estaría intentando convencerla de que no era gay porque le daba vergüenza admitirlo? Era una posibilidad. Tendría que consultarlo con su querida Conny. Siempre la conseguía sacar de esos atolladeros.
- ¿Solamente por eso? Es decir. Nos ponemos guapas con maquillaje sí. Pero no sé. También hay productos de maquillaje para hombre.
- Ya, pero eso es un caso aparte. Yo eso lo veo una tontería.
- Bueno, creo que estamos llegando a un sitio donde hacen unos helados deliciosos. Está cerca de mi casa, podemos dejar el coche aquí, nos tomamos un helado y después te acerco a tu casa.
- No hace falta, voy andando. Soy bastante deportista.
- Como quieras.

Salieron los dos del coche y fueron a por unos helados. Daba igual la época del año que fuera, que estuviera nevando, o que hiciera un sol radiante, que a Alessia le encantaba tomarse un helado después de comer, tranquilamente tomando el aire.


Al llegar a casa, Dan pensó lo maravillosa que era esa mujer y lo mucho que le gustaría poder llevársela a la cama. Le iba a costar, eso lo sabía. Alessia tenía tendencia a crear un muro entre ella y las personas con las que no tenía confianza. Y Dan se había dado cuenta de eso. Ni con Emilie ni con él bajaba la retaguardia. Lo cual le resultaba raro, ya que Emilie era su jefa desde hacía mucho tiempo.

¿Tendrá novio?” pensó rápidamente Dan. Él quería creer que no, pero tendría que averiguarlo. Y para ello estaba seguro de que tenía que conocer a esa amiga suya de la que tanto hablaba.
Antes de irse a dormir cogió su móvil y escribió: “Me lo he pasado genial, espero poder repetir. Un beso. Dan”. Releyó un par de veces más y después le dio a enviar.

Al día siguiente, al despertarse vio que no había obtenido respuesta. Se puso el chándal, guardó su móvil en el bolsillo por si recibía alguna llamada.

Todas las mañanas Dan salía a correr por el barrio. Pasaba junto a un parque, al que daba varias vueltas, después cruzaba el puente del río de la ciudad, y se daba la vuelta al llegar a la otra orilla del río. Pero esa mañana se encontró con alguien mientras hacía su recorrido habitual.

Alessia decidió salir a correr con Conny aquella mañana en la que no tenía que preocuparse por su trabajo.

- Entonces, se supone que no es gay. – dijo Conny autoconvenciéndose de aquello.
- Eso me dijo. Además, parecía ofendido cuando le pregunté por qué le gustaba escribir sobre cosméticos. De repente, cambió de tema y me saltó con lo de la homosexualidad.
- Para mí que lo es. Sino no se habría puesto nervioso ni se habría ofendido.
- No lo sé. Aunque tampoco me apetece comprobarlo.
- ¡Já! – Conny se rió – No te lo crees ni tú. Si lo estás deseando.
- No te creas. Todavía no tengo ganas de otro hombre. Pero cuando tenga, ten por seguro que iré a por él.
- Así me gusta. Esa es mi Alessia.
- Oh, espera. Creo que es él.
- ¿Quién? – preguntó Conny mirando a su alrededor.
- Sí, es él. Allí. – Alessia señaló entre los árboles del parque a un hombre corriendo con un chándal color gris.
- Dios Santo. ¡Está buenísimo!
- Ves. Sólo los gays se cuidan tanto.
- Oye, para bonita. No todos los tíos buenos tienen que ser gays. Preséntamelo.
- ¿Qué?
- Ya me has oído. Mueve el culo y preséntamelo.
- ¡Conny!
- ¿Ajá? – Conny miró a Alessia con cara de pena. Alessia odiaba que la mirara así, porque siempre conseguía lo que quería.

Alessia suspiró – Está bien. – Conny sonrió triunfal – Pero que sepas que estás loca.

- Vale – sonrió Conny.
- ¡Y me debes un helado! ¡De chocolate!
- ¿Y para eso estamos corriendo? – dijo irónicamente Conny.
- Vale, el plan es el siguiente. Cambiamos de sentido y nos ponemos a correr en dirección contraria. Así haré como que me choco con él porque no le he visto.
- No hace falta que te choques con él. Simplemente, lo saludas.
- Vale, vamos.

Las dos chicas se dieron media vuelta y echaron a correr. No hizo falta siquiera que dijera hola, porque Dan se le adelantó.

- Hola chicas. Bonita mañana para salir a correr.
- Hola Dan. ¿Cómo estás? – contestó Alessia finjiendo que no le interesaba lo más mínimo. Se le daba genial hacerles pensar a los hombres que no les importa.
- Pues un poco cansado. ¿Paramos a beber un poco de agua? – sugirió Dan.
- Sí, y a tomarnos ese helado que decías. – dijo Conny.

Alessia la fulminó con la mirada. Pararon en un banco y se sentaron en orden de llegada.

- Por cierto, Dan, ésta es mi mejor amiga Conny.
- ¡Ah! Alessia me ha hablado mucho de ti – dijo mientras le daba la mano a Conny.
- ¿Ah sí? – dijo Conny mirando a Alessia-
- ¿Ah sí? – dijo Alessia mirando a Dan con el ceño fruncido.
- Bueno, vale, sólo un poquito. Puede que… te mencionara un par de veces.
- Ajá. Espero que dijera algo bueno de mí.
- Claro que sí. Esto… - se aclaró la garganta y bebió agua antes de continuar - ¿queréis venir a cenar esta noche?
- ¿A cenar? ¿Las dos? – preguntó Alessia.
- Sí. Tengo un amigo que trabaja por aquí. Trabaja en publicidad y seguro que le encantaría venir.
- ¿En serio? – preguntó Conny – como… ¿Como una doble cita?
- Más o menos, sólo que todavía no se sabe qué parejas son – puso mirada lasciva y se incorporó del banco donde estaban sentados. – En fin chicas, me voy que tengo unos recados que hacer. Encantado de conocerte, Conny. – le guiñó un ojo y se fue.

Ambas se miraron atónitas.

- Ese tío no es gay. – dijo Conny.
- ¿Tú crees?
- Estoy totalmente segura. Además, ya va siendo hora de que vuelva. ¡Bomboncito de miel ha vuelto!
- Así me gusta – dijo Alessia abrazando a su amiga. – este par de dos no saben dónde se han metido.
- O sí que lo saben y quieren meterse.

Las dos se echaron a reír y después siguieron corriendo hacia el puesto de helados.