sábado, 9 de abril de 2011

Capítulo 4

Se acababa de fijar en lo bien que le sentaba el traje a Dan y se había quedado boquiabierta. Quizá no esté mal, como próxima víctima de “Bomboncito de Miel”, pensó.

- Alessia, tenemos mesa a la 1 y media. – dijo Dan interrumpiendo todo tipo de pensamiento en la cabeza de Alessia.
- Oh, sí claro.

Intentando salir de su ensimismamiento, cogió su bolso y cerró su despacho. ¿Qué pretendía Emilie? Ella nunca hacía nada por los demás, por lo menos no desinteresadamente. Estaba casi segura de que Dan escondía algo, y estaba dispuesta a averiguarlo.


****

Unas horas más tarde…

- ¿Qué?
- Como te lo estoy contando. – Conny acababa de enterarse del “chico misterioso” que ahora trabajaba para ella.
- Pero, ¿cómo de guapo es?
- Muy guapo. Es un encanto de hombre. ¿No te parece extraño? – Conny y ella daban vueltas por su salón. Alessia había ido a su casa para cenar.
- Bueno… teniendo en cuenta que desde que trabajas para Emilie no ha hecho nada a tu favor… sí, es extraño. Pero… ¿en serio que no es gay?
- No me ha dado esa impresión, me he fijado cómo me miraba las tetas.
- Pues te ayudaré a indagar sobre este hombre misterioso. – dijo Conny finalmente.
- Gracias, Conny. Me tengo que ir a casa, que mañana tengo que verle la cara a las 9. – dijo mientras cogía su abrigo y se ponía una manga. – Te llamaré.
- Vale, hasta luego.

Abrió la puerta y Alessia se marchó. Tenía que llegar a casa y revisar las propuestas de Dan para el próximo artículo. Emilie les había dicho en la comida que quería un bombazo, algo totalmente innovador. Pero no sabía cómo en 10 días iban a encontrar algo de tal calibre. Si la dejara escribir sobre lo que quisiera sería mucho más sencillo. Suspiró mientras llegaba a casa. Se puso cómoda y miró, como siempre, su contestador automático. De nuevo su madre había intentado contactar con ella. Esta vez decidió devolver la llamada.

- Hola, mamá.
- ¡Alessia! ¿Dónde te metes últimamente?
- Mamá, ya sabes que tengo mucho trabajo.
- En esa revista te están explotando, hija. Deberías trabajar para otra en la que sepan apreciar tu talento.
- Gracias por el consejo, pero… estoy a gusto donde estoy.
- Voy a preparar tu plato favorito para el sábado, ¿te vienes a cenar?
- Claro. Además, tengo unas serias propuestas para ti. Tienes que hacer algo con tu tiempo libre.
- Pero si ya lo hago. Me he apuntado a clases de yoga. Son verdaderamente relajantes.
- Vale, pero mejor lo discutimos el sábado. A las 8 te veo.
- Te quiero, Alessia.
- Y yo, mamá.

Ahora que estaba la cosa más calmada, encendió su portátil y revisó el correo. Tenía 3. Dan, y publicidad. Barajó las opciones que le planteaba Dan en su correo hasta que ya no pudo más y se fue a dormir. Lo cierto era que no estaban realmente mal las opciones de Dan, pero a Emilie no le gustarían, de eso estaba segura.

Al día siguiente al llegar a la oficina, la saludó solamente la chica de recepción, como acostumbraba a hacer. No tenía ningún contacto con las personas que allí trabajaban, pero por su posición en la revista, parecía que los demás sí que la conocían a ella. Dejó su bolso en su despacho y se dirigió a la máquina del café, mientras llegaba Dan. Pero parecía que se le había adelantado.

- Buenos días, Alessia.

Allí estaba él. Igual de guapo que el día anterior, sujetando un pequeño vaso de café. Se quedó anonadada unos segundos, hasta que consiguió volver en sí.

- Vaya, qué madrugador. No son ni las 9 menos 10.
- Ya. He dado unas vueltas corriendo a la manzana antes de venirme a trabajar.
- Ah, encima eres deportista. – Alessia se fijó que se había quitado la chaqueta del traje y la camisa dejaba entrever que estaba bastante en forma. Se sintió avergonzada cuando le pilló mirando su cuerpo.
- Sí, pero veo que tú tampoco estás nada mal. – y se divirtió deslizando su mirada por el cuerpo de Alessia, sin ningún tipo de reparo. Alessia sacó su café de la máquina y desapareció en su despacho.
Lo que acababa de pasar en la máquina de café, ¿era un intercambio de miradas? O eso creía ella. El primer día de trabajo en la oficina, y no sabía por qué se le iba a hacer eterno.

Media hora después, Dan llamó a su despacho para comentarle las propuestas que le mandó por correo.

- A mí me gustaron, las dos, pero debes saber que Emilie es muy tiquismiquis. Pone pegas por todos y cada uno de los detalles.
- No te preocupes por Emilie, yo me puedo encargar de ella.
Alessia se quedó perpleja. Levantó las cejas, pero continuó.
- Está bien. – suspiró – creo que me gustó más el artículo sobre los mejores productos de cada marca. ¿Lo has encontrado todo tú solo?
- Sí. ¿Tanto te extraña? – preguntó mirándola a los ojos. Alessia se ruborizó. Tanto por la pregunta como por esos ojos azules cautivadores. No pudo sostenerle la mirada.
- No… bueno… no, en realidad no.
- Venga… puedes decirlo.
- ¿Decir el qué?
- Lo que piensas…
- Nada, dejémoslo. Vamos a ponernos a retocarlo un poco y se lo mandamos a Emilie. Así verás su reacción.

Pasadas un par de horas lo tenían listo para entregárselo a Emilie. Dan le pidió que lo dejara a él entregárselo en mano. Mientras Alessia esperaba pacientemente las críticas de Emilie, decidió llamar a Conny.

- Hola, Conny.
- ¿Qué? ¿Me traes novedades?
- Bueno… lo cierto es… que nos hemos comido con la mirada mutuamente.
- ¿Tensión sexual? No, por favor. ¡No puedes!
- Lo sé. Tampoco soy capaz de mirarle a los ojos.
- Evita cualquier contacto con él hasta que averigüemos quién es.
- ¿Y si es una persona normal y corriente?
- No lo parece.
- ¿Y si te lo presento?
- Eso implicaría quedar con él. – suspiró Conny desde el otro lado del teléfono.
- Ya, pero no sé, quizá sepamos más de él si lo conocemos que si investigamos sobre él.
- Vale, bueno, te dejo que tengo una reunión en cosa de media hora. Un beso.

Lo cierto era que no, que ella no quería quedar con él. Se conocía bastante bien, y el chico era demasiado atractivo. Dan volvió con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Y esa felicidad? – preguntó Alessia. No podía ser que le hubiese dado el visto bueno a su trabajo sin poner ni una sola pega.
- Dice que es perfecto. – y siguió sonriendo.
- Increíble… - Alessia miró un punto fijo en el infinito y se quedó pensando. No podía ser verdad.

Quizá lo que quería Emilie era cambiarlo por ella. Un chico guapo, atractivo, que hace mejores trabajos que ella. Y por no mencionar el hecho de que Emilie nunca hacía nada por puro despecho. Todo encajaba.

- ¿Qué tendría que haber dicho? – preguntó Dan preocupado.
- Pues… tendría que haberte puesto mil pegas, como siempre hace conmigo. No sé con los demás redactores, pero por lo menos conmigo siempre es así.
- Si te sirve de consuelo ha citado textualmente “hay cosas que se pueden mejorar, pero es perfecto”.
- Claro, eso me consuela mucho. – dijo sarcásticamente.
- No seas negativa, ahora tenemos diez días libres. Venga, coge el abrigo que te invito a comer. – dijo al mismo tiempo que cogía su abrigo del perchero que había detrás de la puerta.
- ¿Invitarme a comer? – Alessia estaba perpleja. Estaba intentando coger confianza con ella, a pesar de que ella no estuviera muy por la labor. Después de pensárselo unos segundos cedió. No perdía nada por una comida a solas con aquel hombre. Y había dejado de sentirse incómoda cuando la miraba. – Bueno, vamos.

Cogió su bolso y sin decir media palabra salió por la puerta detrás de Dan.

- Conozco un sitio… - comenzó Dan.
- Ah, no. Hoy me toca a mí – dijo Alessia muy convencida. – Sígueme.

Lo guió hasta el aparcamiento donde se encontraba su coche. Él siguió sin rechistar y se subió al asiento del copiloto una vez Alessia apretó el botón del mando.

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